Todos esos cuerpos by Kendare Blake

Todos esos cuerpos by Kendare Blake

autor:Kendare Blake [Blake, Kendare]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECINUEVE

Gato y ratón

EL DOMINGO MI madre decidió ir en otro coche a la iglesia. Cuando le pregunté por qué, me dijo que quería dejarle una torta de coco a la viuda Thompson, la anciana viuda vecina de los Carlson.

—Puedes venir conmigo, si quieres —me dijo cuando permanecí en la cocina.

Así que, después del rito, conduje con ella hasta la granja de los Carlson en el Condado 23. Cuanto más cerca estábamos, más me apretaba la corbata en el cuello, y me podía dar cuenta de que mamá también estaba nerviosa: no dejaba de jugar con el envoltorio de plástico que cubría la tarta, preocupada de que los palillos perforaran la protección y se arruinara la cobertura.

Estacionamos en la entrada de la casa de Fern Thompson, que en realidad era una derivación del estacionamiento de los Carlson, cerca del sendero de entrada. Salí y le abrí la puerta a mamá; ambos le echamos una mirada solemne y furtiva a la granja de los Carlson. Charlie y Bert habían pasado para limpiar todo, como mi padre había prometido, así que las marcas de tiza habían sido borradas y la alfombra manchada de sangre quemada. Pero, aunque eso había sido un intento de exorcismo, no habría funcionado. El lugar todavía parecía vacío y habitado al mismo tiempo.

Subimos por los escalones de casa de Fern Thompson y llamé a la puerta. Mamá no esperó la respuesta para probar el picaporte y entreabrir la puerta.

—¿Hola, Fern? ¿Fern? ¡Somos Linda Jensen y Michael!

Entramos al suelo de linóleo justo cuando la viuda Thompson se levantaba de su silla. El viejo gato de Steve balanceó la cola en el aire, a unos pasos de ella. Luego saltó a la mesa de la cocina para decir hola. Mamá miró al gato, pero cuando la señora Thompson no hizo objeciones, solo dijo:

—Michael, cuida que el gato no se escape.

—Estará bien —dijo la señora Thompson—. No se irá. Ni siquiera si lo echo y le cierro la puerta. Esa es una tarta muy bonita.

—Espero que le guste el coco.

—Me encanta —dijo la viuda—. Voy a preparar café para acompañar esta delicia.

Me saludó con un gesto y le dije hola, pero supongo que mi presencia la ponía triste. Quizás le recordaba a Steve. No teníamos la misma contextura ni el mismo color de pelo, pero ser la misma edad quizás era suficiente. La viuda volvió de la cocina con tres platos pequeños y tres tenedores. Solo dos tazas para el café: yo le debí de parecer demasiado joven. Ellas se pusieron a charlar mientras yo trataba de acariciar al gato de Steve, que actuaba muy tímido. No con la señora Thompson, sin embargo, que lo levantó con un brazo y lo apoyó sobre el respaldo del sillón. Recuerdo haber deseado que el gato fuera más joven. Así viviría más y le haría más compañía.

—¿Quieres una porción grande, Linda, o una pequeña?

—Nunca le digo no a las porciones grandes. Pero no le agrego azúcar al café.

—Tu muchacho tendrá una porción grande, también. Así no me sobra tanto.



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